Salir de la zona de comfort

Buscar algo diferente y aprender más.

Tal vez la primera palabra que se me ocurría para definir lo que sentía ese día era: incertidumbre, salir de la la zona de comfort, aprovechar la venta de ser un Nómada Digital. No porque no supiera que iba a estar bien, no era cuestión de seguridad o porque fuera hacia algo totalmente desconocido, sino porque de alguna manera iba a dejar mi zona de confort para romper paradigmas, para ir hacia lo desconocido dentro de los conocido, no me iba a ir a un safari en África, sino a dejar todo durante un mes para convivir con 25 desconocidos de todo el mundo en una ciudad en la que jamás había estado, sin saber con exactitud y precisión como a mi me gusta, el lugar en el que me hospedaría, además de que tampoco sabía con quién compartiría ese espacio (algo a lo que no estoy acostumbrado) durante todo un mes. Vivir unsettled. Pero la promesa de 30 días interesantes y enfocados en lograr uno o varios objetivos personales y de negocios junto con personas que en teoría persiguen lo mismo, y en el proceso poder conocer gente nueva y que cada uno de nosotros aportaría algo a los demás, hacía de ese mes una idea interesante y enriquecedora.

¿De dónde salió esta idea?

De Instagram, como cada mañana (o tal vez deba aceptar que cada tantos minutos) revisaba mi cuenta, mi “feed” y encontré información sobre escapar con 25 personas durante un mes a algún lugar del mundo, me pareció interesante que además se trataba de aportar, de trabajar y de cambiar algo, lo que sea que fuera. De inmediato pensé que eso era para mí (para eso sirve el re-targeting en la publicidad de redes sociales) y en menos de una semana, luego de una entrevista por Skype para asegurarse (ellos) de que no era yo un “Jack ass” (en sus palabras) y después de hacer el pago correspondiente para asegurar un lugar para dormir durante un mes, ya estaba registrado.

Tras bambalinas, tengo que decir que ni siquiera creía lo que había decidido porque yo, tendría que estar en un crucero trasatlántico que me llevaría desde Barcelona hasta Orlando, pagado y sin posibilidad de cancelación.  Pero me porté como adulto (tonto) y sacrifiqué la mitad de la travesía para bajar en Ponta Delgada, una ciudad hermosa de Sao Miguel, una de las islas Azores para volar a Oporto justo el día en el que todos los demás llegarían a este viaje sui generis.

Soy sensible, tengo que confesar o mentir. Cuando volaba sobre la isla que dejaba, sentía emoción de hacer algo diferente (eso siempre me parece muy excitante), pero también sentía algo de melancolía por no llegar a casa durante tantos días y tristeza ver desde lo alto el barco que dejaba y que iniciaba su cruce de 7 días en altamar hasta llegar a América. ¿Por qué?, se me asomaban algunas lágrimas que no sabía bien si era por ir a lo desconocido o por dejar lo conocido. Me despedí de lo conocido y abrí mis brazos a lo desconocido.

Y así, aterricé en Oporto casi a la media noche, rompiendo además mi costumbre y creencia de viajar con equipaje de mano, porque era importante hacerlo de otra manera esta vez, por la cantidad de libros que pensé que utilizaría. Tomé un taxi a algún lugar del centro en donde me esperaba alguien para darme las llaves del apartamento en el que viviría un mes.

Vengo de una ciudad en donde el entorno físico está relacionado directamente con la ausencia  o presencia de peligro. Y de repente estoy con dos maletas en una calle cuesta abajo, edificios viejos, oscuridad y alguno que otro caminante y sin encontrar el lugar o a la persona esperada, empecé a ponerme nervioso porque ese “chip” lo tenemos integrado las personas que vivimos en ciudades grandes aunque luego de uno o dos días de familiarizarnos con un entorno, acabamos por olvidarlo.

Al final, todo resultó como debía ser, y me encontré con la persona indicada, me negué rotundamente ( a pesar de su insistencia)  a pedir un taxi para las 3 cuadras que se suponía me separaban de mi hospedaje aún cuesta arriba. Me arrepentí muy pronto, no sólo porque cada cuadra era el equivalente a 3, sino porque no eran 3, eran 6 y 3 de ellas tenían una inclinación que me hicieron llegar completamente empapado, sofocado y con el ritmo cardiaco a mil. No tuve fuerzas para mirar con cautela el departamento que me habían asignado. Fue hasta que descansé y me quedé solo, cuando pude darme cuenta que mi habitación sólo tenía espacio para la cama, no tenía escritorio y compartiría el departamento con “Tom”, quien quiera que fuera él. No podía más con el cansancio, desempaqué e inicié el proceso de digerir eso desconocido que hoy tendría que convertir en mi hogar.  Fui a dormir. Mañana sería otro día. Y faltan muchos días más. Acompañame en esta travesía de la que algún aprendizaje deberá desprenderse.

Esa noche dormiría en brazos de Oporto.

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2 thoughts on “Salir de la zona de comfort

  • December 7, 2017 at 7:09 am
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    Rat , ya espero el siguiente capítulo !!! 😀 qué suspenso

    Reply
    • December 7, 2017 at 8:09 am
      Permalink

      🙂 Gracias!!!
      sí, ahí va lo que sigue.

      Reply

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